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… Él parecía extrañamente atraído
por aquella mujer. Enamorado a destiempo, pero enamorado al fin y al cabo…
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... Así, a destiempo, se sentía enamorado de aquella mujer, pero enamorado al fin y al cabo...
Y aunque le fascinaría estar
despierto a su lado, lo que menos le atraía era el resultado de sus actos,
¡pocos lo entenderían!. Posiblemente, les criticarían. Algo comprensible ante la ceguera de una historia tan secretamente común y emocionante. Tal vez, dañarían a otros incapaces
de verles con sus mismos ojos. Deseosos de vivir aventuras truncada por
el repetido y poco afortunado destiempo, arriesgaron a tachar de sus lista de "pendientes" aquel sentimiento.
Ansiaban correr como adolescentes enamorados. Para él, esconderse en algún callejón o portal a oscuras y dejar morir sus labios en los de ella, esa, era su más ferviente veneración..., para ella, perderse entre sus brazos era su mejor tentación.
Ansiaban correr como adolescentes enamorados. Para él, esconderse en algún callejón o portal a oscuras y dejar morir sus labios en los de ella, esa, era su más ferviente veneración..., para ella, perderse entre sus brazos era su mejor tentación.
Hoy, como adulto, sentía el deseo
de poseerla; un instinto que se adueñaba de su voluntad llevándoles con vehemencia al delirio de desear
congelar esas horas, ese tiempo, con una codiciada cita en un calendario visible solo para
ellos…
Prefería en la intimidad de sus
noches soñarla…, ¡imaginarla a su lado de esa manera confesada!; eso sí, pero presos
de una pasión que los volvían locos…
Ahora, nadie les mira, nadie
opina, a nadie ofenden… ¿Entiendes porque me gusta soñarte? Esos
sueños me dan libertad y no temo desnudarme para ti… ¿Y, sabes que es aquello que no
me gusta?
Despertarme y ver que tú no estás..., por cuestiones de tiempo…
Esther Mendoza.
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