jueves, 19 de junio de 2014

Sin saberlo, se acostumbró a...

Se acostumbró a no sentir, cuando sentía...
 
 
 … Dejo que su cuerpo flotara. Se abandonó a un ahora que la superaba cediendo la voluntad al desvarío de un momento…
Con los años, comprendió que existían días que la manejaban de forma caprichosa, vapuleándola a merced  de las circunstancias, esas invitadas no deseadas que se sentaban en su mesa a la hora de comer.

… Ella, que se creyó tan fuerte como un Sauce, vio como cada una de sus ramas se rompían como consecuencia de sus propias tormentas… descubrió entonces, que la vida, la suya, era una brújula sin agujas...
Aprendió tan bien el arte de parecer, que le resulto fácil dibujar en su rostro una sonrisa que ocultase su perenne aflicción, a poner brillo en sus pupilas y a medir el borde de un lagrimal que amenazaba con desbordar la liquida tristeza frenada y dominada en el último momento…

Educo su tono de voz para disimular el ahogo que en su garganta quedaba preso  de un mantra que se repetía una y otra vez con un ¡“ahora no”!, ¡ ahora no! asfixiando de esa manera, el siempre tan temido gemido de desesperación y dolor...

Sin saberlo, se acostumbró a creer que era feliz…

Esther Mendoza.

  El velo pintado..

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