sábado, 8 de septiembre de 2018

Ella se buscaba... y lo encontró a él...




Como un poema de Pablo Neruda se presentó… sutil cual lluvia fina que cala y se aloja sin pedir permiso...

No era esperado, ni tan siquiera pedido, pero acaso entre aquellos renglones ella deseó siempre un loco anhelo por no irse de este plano sin rozar cada rincón de un amor así…
La tinta con la que escribió esas páginas, era ahora borrada por una dulce casualidad que cambiaba el rumbo de su destino…
No era fácil, nunca lo fue. Siempre creyó que eso del amor era para algunos bendecidos, sí, bendecidos por una varita mágica que caía del cielo para tocar el corazón de unos pocos afortunados que conseguían demostrar que sus teorías sobre este desatino, eran válidas…

Ella se buscaba y lo encontró a él…

Son de esos hallazgos inesperados que erizan la piel y cortan la respiración cuando se cruzan las miradas. Entonces, una irreconocible corriente eléctrica recorre tu cuerpo quedando atrapada en la garganta la coherencia de una frase…

Fue en la arena. El suelo movedizo la tambaleo al divisarle entre un grupo no muy grande de personas, entonces, supo que era él... tan diferente al resto...
Aquello se convirtió en un Coliseo romano donde emociones y corazas luchaban por un premio. Un galardón que vitoreaban desde las gradas de su propia historia. El dolor miró para los lados buscado en aquel suelo movedizo la mirada anónima y cómplice que la rescatase de aquella atracción que la impulsaba a saber de él... 

Lo observó por largo tiempo. Pareciera que en medio del mundo solo estaban ellos dos. Cada uno a un extremo de aquel enorme espacio…y a la vez, tan cerca…
Sin atreverse a hablar, paralizados al tratar de entender la familiaridad de un déjá vu  se limitaron a esperar el siguiente movimiento del universo.

Él le robó sonrisas que ni tan siquiera sabía que tenía, despertó la pasión dormida entre el tejido de su ropa y su propia piel…, desató una locura que la llevaba a aniquilar sus propias corazas y a danzar con la niña que tenía dentro quitándose los miedos para vestirse de una recién estrenada y osada sensualidad y pasión que creía reducida a cartas amarillentas de amores que quedaron atrás…

Se acercó y le regalo su mejor sonrisa y con ella, unos brazos que la sujetaban al bailar como el más firme de los gladiadores…Entonces, la distancia más corta entre los dos… fueron sus propios labios…

Al fondo se oía la melodía de viejos boleros que invitaron a sus almas a fundirse en una danza de reconocimiento que festejaban el final de un largo viaje. Se trataba de esas travesías que desgastan el espíritu y dejan huellas imborrables…  

Aprendieron a amarse sin relojes que marcasen los tiempos, llenaron los vacíos que le llevaron a encontrarse, hicieron de la locura, su oración cada día, pues en ella, se encontraba la verdadera esencia de lo que cada uno de ellos eran…

Persiguieron la luna con la única intención de entregársela mutuamente… y, en el camino, descubrieron lo que eran…

.. Y supieron que ese amor era inmarchitable porque vivir, era lo único urgente que tenían que hacer mientras se entregaban en las esquinas de una larga espera…

Copyright Esther Mendoza



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