martes, 10 de septiembre de 2013

"REFLEXIONES DE UNA CUMPLEAÑERA..."

"La vanidad de la madurez, me permite condecorar el resultado de mi viaje a lo largo de los años…"
 

Hasta hace unos días, en las horas que me acompaña  mi cotidianidad, me entristecía la idea de la proximidad de mi cumpleaños. Me fije en la cara oscura de la luna creyendo que los años restan. Sí, restan esas oportunidades tardías y excasas que posponen más de una conversación larga qué, las estaciones, arrastran con un mañana lo haré

Es entonces cuando caes en la cuenta que has obviado muchas paradas inexorablemente con la llegada de esos aniversarios, con cuestiones que pierden importancia con el tiempo…

Sin embargo, mi rostro cambió cuando mi reloj marcó las 00:00 horas del día 10 de septiembre. Mi hija me canto el cumpleaños feliz entregándome una postal con un mensaje. Se trata de esos que escuchas a menudo, pero, precisamente esa noche, lo interpreté de manera distinta. 

La felicitación escrita acarició mi alma  al tiempo qué, ponía alas a mi corazón permitiendo a las lagrimas, rodar por mis mejillas con descaro recordándome lo afortunada que era al tenerla a mi lado.

Esta emoción, no dejo en el olvido a personas que forman parte del mapa de mi historia, incluyendo, a aquellas anónimas y virtuales que han dedicado un tiempo de su tiempo, en una frase de felicitación cargada de buenos deseos e intenciones.

Éste nuevo cumpleaños suma expectativas, más promesas, aprendizajes que renovaran conceptos y, creencias que perderán actualidad para ocupar el anacrónísmo de una vida. Confío que aporte desafíos, experiencias donde los encuentros ganen valor y desdibujen definitivamente a los desencuentros….
Tal vez suene descabellado y sea una utopía difícil de atrapar entre la quimera de una autovía que siempre va en dos direcciones…

… ¡Llegó el momento de pedir  un deseo!… vaya…. Inevitablemente forma parte de la tradición de aquellos que danzamos en conmemoraciones y onomásticas. Sin menoscabar el  poder reescribir las páginas en blanco que nos ofrecen los amaneceres, existen días donde asusta salir a desandar las calles que, tan bien, conocen las suelas de nuestro zapatos…

Debo confesar que la desilusión, hasta hace poco, llegó a ser un molesto ocupa en mi alma colándose por las rendijas de la desesperanza, donde la preocupación, usurpo un trono asfixiando la voluntad y el buen ánimo….

Pero el Universo en ocasiones da tregua, poniendo escaleras al cielo con el firme propósito de un alineamiento planetario que confabule con retazos de felicidad que alivien los áridos recovecos de una existencia…

Tengo una extensa lista de peticiones. Después de releerlas, me he dado cuenta que carece de merecimiento para darle el privilegio de apagar conmigo, las velas que me recuerdan que aún, queda tiempo…

Cierro los ojos para recorrer en la clandestinidad de mi mente, aquellos semblantes que conformaron parte de algunos capítulos de mi rol como mortal. Rostros que hoy, no pueden estar a mi lado frente a una tarta; símbolo del efímero tesoro del tiempo y memoria qué, en algún momento, se desvanecerán con la bajada de un agridulce telón que nos recordará el final de una función.

El deseo más valioso que ha ganado posiciones después de las reflexiones de una cumpleañera, es por unanimidad, que entre todos, formemos una cadena de favores… ¡Sí!..., así es…, una cadena de favores…

…. Pongamos manos a la obra por aquellos que no saben, o no pueden apagar sus velas… La metáfora traduzcámosla en esperanza. Me refiero, a esa que se pierden por el camino cuando nos roban lo único que puede hacer que nos levantemos cada mañana, ... la ilusión…
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Si tuviera que pediros algo, eso exactamente es lo que os pediría. Entre todos haced  favores por otras personas, y, a su vez, la condición sinecuanum  es que ellos repitan la misma acción… entonces, dentro de un año, el próximo 10 de septiembre, este deseo se habrá cumplido y el de muchos otros también …

Cada día, apaguemos la vela de la tristeza, la apatía y la desesperanza. El ¿ cómo..?, dependerá de vuestra comprensión.

Añadir, que los vagones que han llegado a mi vida, son vivencias que se han llevado algo de mi, pero también, me han dejado parte de ellas...

A los que me han amado más, y, a los que no han sabido hacerlo, a  todos, gracias por las enseñanzas que me han  convertido en la mujer que soy hoy…

La vanidad de la madurez, me permite condecorar el resultado de mi viaje, con el reconocimiento que me dan los años...   

...Y, para finalizar, gracias a tod@s aquellos que habéis sumado en mi crecimiento personal con vuestra presencia.

Esther Mendoza.




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