"...Una vez que te entregas a el,... estas condenado a seguirlo.., eso es el tango...." |
Esbozó
una sonrisa al venirle a la mente parte de un diálogo literario del siglo 19 en
Tess d’ Urderville. (Thomas Hurdy) donde decía:
¿Por qué no me dijiste que los hombres son
peligrosos?, ¿Por qué no me lo advertiste?
Las mujeres saben de lo
que tienen que protegerse, al leer novelas que le cuentan cómo hacerlo…
Fragmentos de una pasión...
(…) Poco a poco, se unió a aquel amasijo humano
copartícipe de una multitud atraída por la embriagadora escena nocturna. El
olor de los jazmines, cipreses, fragancias de la noche, se mezclaban con su
nerviosismo aumentando su curiosidad. Se sentía libre, ¡autónoma!, decidida a descubrir
registros de su persona lejos de las miradas de aquellos que creían conocerla
mejor que ella misma.
¡Ni en sus más absurdas
fantasías!, se había imaginado bailando un tango en su condición de novata.
Para
cuando quiso reaccionar, fue demasiado tarde. Aquel extraño ya se había pegado a ella.., muy
despacio…, seguro del arte que dominaba. ¡La sangre le bombeaba con tanta
fuerza! que temía desmayarse... No podía apartar su mirada, ...y, en treinta
segundos, se entregó a una danza que les unió traspasando la delgada línea del pudor que su naturaleza de mujer conocía...
... La estrechó entre sus brazo en el más puro estilo arrabal. Deslizándola por la pista, y, ajeno al papel que asumiría ante ella, aniquiló a golpe de sensaciones su rol de mujer recatada.
... Entonces, se preguntó así misma: ¿Qué función ocupaban ahora sus absurdos estereotipos que de niña le inculcaron?...
... Entonces, se preguntó así misma: ¿Qué función ocupaban ahora sus absurdos estereotipos que de niña le inculcaron?...
El perfume varonil, era una mezcla
de aromas increíblemente sensuales capaz de elevar su imaginación, al cubo de la coherencia, cayendo esta en picado al perder posiciones ante su recién estrena licencia para sentir...
Subyugada por el momento, sus pupilas no se desviaban de ese punto de encuentro, con las de su compañero de baile, sumando a la inesperada escena, una leve mueca. Burda imitación de una sonrisa responsable y coautora, de una muda presentación donde dos personas parecían haber anclado después de un largo viaje…
Subyugada por el momento, sus pupilas no se desviaban de ese punto de encuentro, con las de su compañero de baile, sumando a la inesperada escena, una leve mueca. Burda imitación de una sonrisa responsable y coautora, de una muda presentación donde dos personas parecían haber anclado después de un largo viaje…
El roce de sus
mejillas respondió vehementemente en la atracción de aquellos cuerpos, sin
medida, ni sensatez alguna..,
Observador de una pasión encorsetada que pedía a gritos que la liberasen, su voluntad quedó prendada de las curvas que delimitaban la admiración y el fervor por aquella intrusa, qué, sin saberlo, se colo por las fisuras de su hermético equilibrio...
Cada centímetro de su anatomía fémina ¡suplicaba! parar el tiempo con una petición a cadena perpétua para las manecillas del reloj qué, les recordaba, el final de una inesperada entrega en aquel tango de Gardel en “el día que me quieras.”….
Observador de una pasión encorsetada que pedía a gritos que la liberasen, su voluntad quedó prendada de las curvas que delimitaban la admiración y el fervor por aquella intrusa, qué, sin saberlo, se colo por las fisuras de su hermético equilibrio...
Cada centímetro de su anatomía fémina ¡suplicaba! parar el tiempo con una petición a cadena perpétua para las manecillas del reloj qué, les recordaba, el final de una inesperada entrega en aquel tango de Gardel en “el día que me quieras.”….
Presa de una emoción hasta
ahora desconocida, se sintió acogida en el hogar más hermoso que hubiera podido
poseer..."él..."
… Siempre interpretó el
destino como esa “película” que les sucedía a los demás. Las posibles señales que
la vida le mostró, las entendió como espejismos de un corazón sediento de sentimientos, aptos exclusivamente para el escaparate en el que perpetuamente se
hallaba…
Los encuentros fugaces
estaban diseñados para otros mortales, al menos, eso es lo que aprendió en sus más de tres décadas. Los amarillentos fotogramas utópicos que secretamente albergaba,
los visualizaba desde un silencioso y apartado patio de butacas.
(…),…Algo le decía que
debía subirse a aquel vagón que paraba ante ella, sin etiquetas, aunque los
daños colaterales durasen toda una vida, o, el tiempo, que dura una caja de
pañuelos debiendo finiquitar el sufrimiento con el último de ellos…
En todo caso, siempre
queda la posibilidad de un final Hollywoodense.- se dijo en un segundo de permisiva ironía.-
¿Dónde estuvo todo este
tiempo?.-- pensó en un segundo de claridad cuando estaba perdida entre su pecho,
cerca de sus labios…una tentación a la que no estaba dispuesta a renunciar…
Esther Mendoza.
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