"Un lugar donde se dan cita las tinieblas..." |
…
El bullicio de la calle le producía vértigo obligándole a huir del gentío. Tropezó
con otra mirada y, al hacerlo, en la brevedad de unos segundos apareció en las
pupilas del extraño viandante una historia que tímidamente se colocó de
puntillas en sus pupilas. Al terminar de cruzar la vía, esos instantes dejaron huellas en la memoria junto a un fugaz
pensamiento al evocar a un cómplice de segundos compartidos…
Quería
que la ciudad desapareciera poco a poco de su perspectiva, aquellos transeúntes
anónimos asfixiaban su intención de una invisibilidad imposible. Su soledad tenía rostros que disfrazaban tanto la
verdad como la mentira. No siempre el ruido de la multitud le acompañaba, ni el
silencio de una casa vacía cubría con su manto el frío que le aislaba de sí
mismo, entonces, surgía la misma pregunta una y otra vez… ¿Dónde está ese lugar
que no me haga sentir forastero en mi propia piel?
Sabía
que la respuesta se encontraba en el viaje que le obligaba a subir y bajar sus propias
colinas con el peso de sus pensamientos, con el óxido de una convicción, con
bastones desgastados por andar senderos equivocados y, con aquellos actos de fe
decretados por un ego que no quería abandonar su condición de protagonista…
Y mientras los caminos se cubrían con
la niebla del desafío, deseaba que un rayo de luz atravesara la gruesa capa de
la impavidez que le arrollaba.
Sentado en el borde de la esperanza ansiaba la desaparición de la incertidumbre; eso que él llamaba imprevistos y le llevaba a arropar premisas que no se cumplirían
jamás, salvo que asumiera un reto pospuesto…
“Mañana, será ese día…”.
Esther
Mendoza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario