Existen hilos rojos invisibles que conectan con el alma de otro ser para recordarle que no está sola. |
MATICES…
Quizás el tiempo no signifique
nada, quizás, sean los instantes los que hablan del valor de una relación
cargada de afectos y de momentos que embellecen con caricias los fotogramas de
una vida…
Y tú, estabas ahí..., aparecías
por las aristas de los capítulos que cuentan historias, la nuestra…,
mi querido amigo…
Tal vez, y digo sólo tal vez, que
pudiera ser que en algún momento nos cogiéramos de la mano para saltar al vacío con el compromiso de encontrarnos aquí
abajo…
Y sucedió qué, de niños, nos dimos cita en la metáfora de un embarcadero con promesas de vivir aventuras que nos arrancaran sonrisas al evocar con los años, como fuimos descubiertos en aquellas travesuras…
Siempre un bálsamo fueron tus
palabras calmando tímidamente un dolor no confesado, entonces, en mis pupilas asomaba
de puntillas la gratitud y al igual que hoy, tu sonrisa me sujetaba…
Recuerdo
como un día, sin previo aviso, nos
perdimos de vista. Nos
tocaba andar caminos como peregrinos que recorren pasillos sin bastones. Teníamos
una misión, convertirnos en las personas
que estábamos destinadas a ser.
Nunca olvidé aquel amigo de la
infancia convertido en mi sombra; un pepito grillo que supo decir con silencios
lo que muchos aun narrando, no han sabido…
Y, una mañana mientras
caminaba acompañada de mis pensamientos, tropecé contigo… ¡De inmediato!, asaltó
a mi memoria nuestro último encuentro; casi desdibujado por el tiempo...
Evoque una instantánea de
aquella noche... La imagen de unos adolescentes que compartían la tradición de
una comunidad de amigos y vecinos que celebraban por aquel entonces, la llegada
de un nuevo año…
Ocurrió dos décadas después con instantes vestidos de matices…
Una coincidencia que prometió
no andar más senderos llamados olvidos
tras tantas estaciones de ausencias. Nos abrazamos y sin promesas,
decidimos seguir lanzándonos al vacío de nuevas vivencias con titulares que
hablaran ¡solo!, de reencuentros…
Quédate a mi lado amigo,
acariciando las cicatrices que un día libre en mi guerra particular, esa.., que
me ha convertido en la mujer que de niño
vaticinaste que algún día sería…
Esther Mendoza.
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