martes, 14 de enero de 2014

LA MISIÓN DE UNA ESTRELLA...

Todas brillan, mas ninguna apaga a la otra..
 

Hoy, en este espacio virtual, quiero compartir con todos ustedes un trocito de mi vida; parte del puzle de mi infancia. Tal vez, el motivo de hacerlo, parte de una larga charla con una buena amiga que llegó a dudar de su propia luz…

Cuando era pequeña, no superaba los doce o trece años, solía llegar a casa algo triste, con un ánimo alicaído…, No todo lo que sucedía a mí alrededor, era capaz de comprenderlo. Las madres, son esas “señoras sabias” que tienen soluciones para todo. Ellas, nos ponen paños calientes ¡donde parece que nunca habrá cura!..., y, sus palabras…, dan respuesta a aquellas cuestiones no fáciles de despejar, cuando se es tan joven.

Un día, de regreso del colegio y algo entrada la noche, le pregunté el porqué, las niñas se enfrentaban y a la vez rivalizaban con aquellas cosas que yo entendía como innatas y naturales propias de cada una. Siempre una reacción molesta  por parte de ellas, terminaba en agridulces enfrentamientos. Yo pensaba, que aquellas cualidades, habilidades o torpezas, venían en tu paquete personal y eran  intransferible, algo así ,como el nombre y apellido de cada una de nosotr@s. 

Mi progenitora, después de escuchar tantas veces esa queja que no me llevaba a ningún lugar, decidió reconfortarme con un ejemplo que aniquilara ¡de una buena vez!, mi confusión tan reiterativa. Nos dirigimos hacia el balcón y me dijo:

Observa el cielo. ¿Que ves?

Estrellas…

¿Algunas de ellas, están tan juntas que resulta difícil diferenciarla de la que tiene a su lado?

No…. Todas, tienen su margen de separación…

 Pues recuerda que cada una de ellas, tienen un cometido. Todas brillan, y se sienten cómodas en ese espacio. Saben sin necesidad de justificarse ante las otras, que tienen una misión, por lo tanto, el enfrentamiento no existe dado que cada una cumple un objetivo. Si realmente sabes quién eres, ningún ruido alrededor te hará dudar de tu lugar en el mundo…

A mi madre, por dejarme el único legado que merece la pena conservar. El respeto por aquello que somos y las herramientas para encerrar a la siempre inoportuna "duda"…

Esther Mendoza.

 

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