"Para algunos, los sueños quedan atrapados en la niebla de una ilusion" |
"Los fantasmas son los únicos que se alegran de vernos en un escenario donde aún, no se ha bajado el telón. Son esas fieles presencias que nos reciben frente a un pasado inconcluso..."
... Después de algunos años y desvinculado de aquel pueblo que le vio crecer, se bajo en la vieja estación de tren donde de niño solía ir a jugar con su pandilla de amigos.
Por un momento, soñó con la dulce e irracional esperanza que ella le estuviera esperando. Aún sus labios conservaban el amargor de aquella despedida en un domingo triste.
Mientras iba calle abajo, recordaba las últimas escenas a su lado. Acostumbraba a llegar tarde; siempre le incomodó su impuntualidad, pero para ella era algo usual y normal. Nunca supo donde encasillar ese pequeño matiz, si en el apartado de los defectos o muy por el contrario en su gran conjunto de cualidades desordenadas que lo enamoraron. La única vez que llegó puntual, fue en una ocasión que él le cogió el reloj y se lo adelantó algo mas de unos minutos, justo esos que la retrasaban siempre.
Evocó sus últimas imágenes juntos. Hoy tan lejanas y a la vez tan cercanas…
Sucedió un otoño...
Allí estaba ella; su larga melena oscura de rizos rebeldes cubría parte de su rostro. Enfundada en un abrigo de paño, parecía una niña grande que apenas asomaba la nariz entre la solapa del chaquetón dos tallas más grande que la suya. Con pasos lentos pero seguros, se acercó a él y con aquella endiablada y maravillosa sonrisa desmoronó el enfado que su impuntualidad provocó.
Se tiró a su cuello uniendo sus labios, con ese beso largo que se echa de menos...
Allí estaba ella; su larga melena oscura de rizos rebeldes cubría parte de su rostro. Enfundada en un abrigo de paño, parecía una niña grande que apenas asomaba la nariz entre la solapa del chaquetón dos tallas más grande que la suya. Con pasos lentos pero seguros, se acercó a él y con aquella endiablada y maravillosa sonrisa desmoronó el enfado que su impuntualidad provocó.
Se tiró a su cuello uniendo sus labios, con ese beso largo que se echa de menos...
Se dirigieron a casa. Ya en el sofá y sin ningún vestigio de enfado, compartieron una película de terror; ella las odiaba, a él le fascinaban. Ese recuerdo, dibujó una melancólica mueca en sus labios permaneciendo por largo tiempo, mientras una serie de fotogramas paseaban por su mente.
Aquellas películas de miedo, la invitaba a perderse entre su pecho buscando la protección de su algo más de metro ochenta. Escondida bajo la manta del sofá, le pedia con voz ténue que le narrase aquellas escenas que no tenía valor para mirar.
... Siguió sonriendo al perderse entre esos retazos evocados, reviviendo asi, sensaciones que el mismo había aniquilado de un plumazo.
Una nube gris, como las de esos inviernos que amenazan con arrasar las flores de tu jardín, se poso en sus recuerdos, induciendole a seguir aquel catálogo de imagenes que habian secuestrado su voluntad; mientras calle abajo, sus pies le llevaban a un escenario alguna vez compartido al lado de aquella mujer.
Su corazón se encongió al rememorar aquel instante en el sofá; el descanso de aquella película le dió paso para acabar con lo mas hermoso que tenía; bajó su rostro y clavó sus ojos en los de ella. Ambas miradas se encontraron; la joven intuía que algo no iba bien. A veces, los malos presagios son como volutas grises que se contonean con sigilo, mezclándose con el aire hasta formar parte de el.
“Tenemos que hablar” esa fue la primera de las dos únicas frases que salieron de sus labios. Un enunciado demoledor con el que comienzan todas las conversaciones que llevan a un final.
Él le acarició el rostro, no habían lágrimas; parecía triste y aturdida, pero permanecíó en silencio.
Él le acarició el rostro, no habían lágrimas; parecía triste y aturdida, pero permanecíó en silencio.
Apenas con un hilo de voz, argumento sentirse perdido, necesitaba volar, sentirla en el silencio y la distancia. Sin dar más cuartel ni mirar para detrás, se levantó abandonando la pequeña y desolada estancia…
... Habían pasado quince años. Las canas pintaban su ya olvidado cabello oscuro. Su rostro más curtido por los años, marcó cada arruga delatando las emociones y el sufrimiento de una ausencia...
Nunca le dijo el motivo de su despedida. Ya era tarde, el tiempo se encargó de desdibujar las razones que años después perdía validez alguna. Cómo explicar que a pesar de esa decisión, siguió amándola…
A menudo, se preguntaba de que forma su amada habría vivido su abandono. Posiblemente borrándolo de su memoria y poco a poco, enterrando su recuerdo ya sentenciando a la indiferencia.
Caía la tarde cuando llegó al viejo caserón heredado por sus padres; nido de amor de una pasión de juventud que pronto se vio truncada por los infortunios de una elección.
… Como en los viejos tiempos, se levantó al alba para pasear por el prado. Unos segundos antes de retomar el regreso, su sangre se heló, quizás su mente urdía una broma de mal gusto al creer ver esa figura que tanto ansiaba...
Divisó dos jinetes en la niebla; no daba crédito a sus ojos; esa silueta sobre aquel caballo... ¡no podía ser ella!. Su corazón parecía querer salir del pecho cual caballo desbocado. Apretó los puños enfundados en los bolsillos de su chaqueta a cuadros, compañera fiel de aquellos garbeos de juventud….
Divisó dos jinetes en la niebla; no daba crédito a sus ojos; esa silueta sobre aquel caballo... ¡no podía ser ella!. Su corazón parecía querer salir del pecho cual caballo desbocado. Apretó los puños enfundados en los bolsillos de su chaqueta a cuadros, compañera fiel de aquellos garbeos de juventud….
Sus miradas algo confusas se cruzaron y en sus gargantas, quedó atrapado todo lo no dicho, lo nunca confesado. La sombra de un sueño roto, bajó el telón de una frágil esperanza.
Aquel encuentro, no inmortalizó un final feliz, donde chico corre a buscar a chica y se funden en un apasionado abrazo. Esta vez, la chica iba acompañada y cual dos extraños siguieron sus caminos.
El tiempo ganó la batalla al silencio de su partida.
“Sus entonces grandes corazones, que pequeños quedaron. Sus muchos propósitos que pocos fueron. Cada uno con su nombre, cada uno con su pasado sin cruzar las aceras para saludarse…”
"Las guerras se libran en el corazón y sólo cuando se derrota a los fantasmas que habitan en el alma, el enemigo se convierte en cortina de humo..."
Esther Mendoza.
Querida Esther,
ResponderEliminaraún sufre mi corazón con el frustrado reencuentro.
Qué dura historia, qué bien llevada, como consigues que me adentre en todo sentimiento.
Te dejo un fuerte abrazo.
Beatriz, sólo puedo darte las gracias por permitirme a través de mis palabras llegar a otros seres. Es curioso como en este momento me faltan para expresarte lo que siento...
EliminarUn beso
Hola Esther, vengo del blog de Beatriz Salas y te doy mi más sincera enhorabuena por tan preciosa historia, aunque triste.
ResponderEliminarTe dejo un cálido abrazo y, en adelante, te sigo.
Besos. Rosa.
Rosa, gracias por tus hermosas palabras. Cada uno de vuestros comentario es darle alas a mi corazón para que siga escribiendo; no soy escritora, aspiro algún dia a serlo, sin embargo escribir es mi pasión.
EliminarHe visitado tu blog y leido tus bellas poesías pero no me deja dejarte ningún comentario. Nuevamente, gracias.
Besos.
Vengo de casa de Batriz Salas.
ResponderEliminarMe gusta cómo has hilvanado esta historia, como nos mantienes en vilo hasta el final y nos dejas la puerta abierta, para todas las razones y motivos de la trama.
Me quedo cerca. Un saludo.
Una belleza el blog... y un placer leerte. Espero que puedas seguir sacando todo eso que forma poso en nuestro interior, y que cuando sale ayuda a depurar nuestra alma.
ResponderEliminarUn saludo
Esther, que angustia por el frustrado reencuentro, muy bien logrado el relato
ResponderEliminarun abrazo
Hermoso relato muy bien llevado.Me ha encantado.
ResponderEliminarMe hizo recordar un poema de José Ángel Buesa "Elegía para mi y para ti" que releo cada vez que puedo, si no es que ya lo sé de memoria, por ver en él algo mío. Como así me ha pasado con tu escrito. Hermoso muy hermoso y al vez triste muy triste.
Para mí, empedernida soñadora, también muchas de las veces, los sueños han quedado atrapados en la niebla de una ilusión.
Un beso, amiga!