"Los sueños nunca se desestiman, a veces esperan en la bandeja de salida, quizas en esta vida, tal vez en la proxima; pero nunca se aparcan en el rincon de lo imposible..."
En la habitación amarilla hay un gran ventanal. Por ella, se ve en los días claros el prado y en las noches silenciosas de verano, un manto de estrellas en un acto de conciliación le guiña a Morfeo…
Los duendes traviesos han invitado a un ángel, que en las noches de insomnio nos canta nanas y acunándonos entre sus brazos, nos pasean por el puente largo, ese, que desde el ventanal se vislumbra y, hasta el cielo llega su morada…
En la habitación amarilla hay magia. Cuando la tristeza asoma en nuestras caritas, ¡las paredes se iluminan!. Mariposas pintadas en ellas bailan para nosotros y, acercándose a nuestras camitas, nos rozan con sus alas, susurrándonos al oído, ¡la llegada de un hada!…
En la habitación amarilla hay risas y una dulce niña por las noches nos canta. Con manos suaves nos cubre con la manta para verificar en ello, que no nos enfriaremos al alba…
En la habitación amarilla, hay dos querubines de sedosa piel con rizos rebeldes que cubren sus caritas. Rebeca tiene tu rostro; ojos grandes y hermosos donde se han depositado la ternura e inocencia. Ella sonríe con sólo verte y extendiendo sus manitas te invita a un abrazo largo. En ese fugaz encuentro, sus pequitas besan las tuyas, proponiéndole aventuras al niño que llevas dentro, amigo y cómplice de travesuras...
Rodrigo es copia mía. Semblante sereno y tranquilo, siempre a la expectativa de una señal para lanzarse al vacio del cariño. Nuestras miradas se cruzan y en ellas se siente coautor, en la silenciosa añoranza de un reencuentro deseado…
En la habitación amarilla se esconde un secreto… una oportunidad tardía que engendra la delicadeza de una ilusión; rincón melancólico, dónde habita nuestro ensueño…
La quimera de un nuevo reencuentro no se desarrolla en otro escenario, más bien, en una habitación amarilla cerca del cielo, donde dos fantasías duermen entre violines y querubines y acunados en la vigilia, cada noche me espera…
La quimera de un nuevo reencuentro no se desarrolla en otro escenario, más bien, en una habitación amarilla cerca del cielo, donde dos fantasías duermen entre violines y querubines y acunados en la vigilia, cada noche me espera…
Esther Mendoza.
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