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Él fue para ella, la historia que susurro aquella canción… |
Le gustaba dar largos paseos
antes de que pusieran las alfombras en la calle para el resto de los mortales.
Recibir el aire fresco que la despejara del insomnio de sus largas noches, era
con diferencia su fármaco más ansiado. Comprobó, cómo los primeros transeúntes corrían por el paso de peatones temiendo ser pillados en un cambio de semáforo y, contados deportistas, despertaban sus músculos con
carreras matinales. Sin duda alguna, el fotograma
favorito de la mañana, era observar a algún mayor charlando con el amigo de las primeras
luces, quizás, rememorando un pasado para ellos no tan remoto. Se dio cuenta de que ésos asiduos viandantes, terminarían formando parte de su
historia.
Subió el cuello del abrigo, la
brisa se empeñaba en estamparle su sello en el rostro. Sus frías manos buscaron refugio en sus bolsillos. Notó como sus dedos tocaban algo, un trozo de papel parecía al tacto, ¡No pudo evitar la inesperada
cascada salada que brotó de sus ojos! al descubrir algo que tenía borrado en su memoria…, una cinta de dos colores
envuelta en una hoja; aún conservaba el perfume masculino, un perfume que
emborrachó las palabras escritas cómplice de un instante inmortalizado entre
los bordes rotos de aquel fino papel
A lo lejos se oía una melodía. Inevitablemente ¡saltó! a su mente una hilera de imágenes con sensaciones que trajeron aromas y
sentimientos. Aquella canción que salía
del callejón, ¡esa misma canción!, fue la primera de ¡muchas! que bailaron en una madrugada
ebrios de pasión en medio de una callejuela cuyos adoquines, atentaron contra uno de sus
tacones haciéndola caer entre los brazos de aquel casi desconocido… Una alineación planetaria, consiguió que se perdiera en el roce de sus mejillas y
ahí, justo ahí..., quedara pegada a él acompañados de fondo por aquel saxofón…
El color de esa noche cambió la velada. Tembló, no de frío, sus movimientos eran lentos, entrecortados y, entonces, ella supo que él, era distinto...
El color de esa noche cambió la velada. Tembló, no de frío, sus movimientos eran lentos, entrecortados y, entonces, ella supo que él, era distinto...
Un laberinto de emociones se adueñó de su cuerpo envolviéndola en recuerdos que la llevaron a un solo pensamiento; “necesitaba saber más de él…” Le imaginó, le sintió…Lamentó no haberle dicho que ella amanecería en otro
lugar… Sin embargo, el tiempo le ratificó lo que sintió en un cruce de pupilas, él, sería el único que la hiciera caminar a tres centímetros del suelo…
Aquél hombre fue para ella, la historia
que susurro aquella canción…
Esther Mendoza.
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