lunes, 9 de diciembre de 2013

...Y, TÚ, ¿QUÉ TE LLEVARÍAS...?


Entonces, cuando la marea baje cerraré el equipaje y no me conmoveré”.


Muchos han hablado sobre ello dando pautas qué, al leerlas, sin resistencia comulgamos a pies juntillas con el firme propósito de llevarlas a cabo. Sin embargo, el ritmo y las exigencias de nuestro entorno, las relegan a un lugar injustamente infringido…. Me refiero, aquellas pequeñas e invisibles cosas que realmente importan…
Se acerca la navidad y parece que el espíritu navideño se respira en el aire. Las esquinas de la ciudad, se vuelven cómplices con las miradas de los transeúntes. En los pasos de peatones, los extraños comparten tímidas sonrisas esbozadas con cierta empatía y, así, un interminable etcétera conformaría una larga lista de delatadores detalles que nos presentan ante los otros, de una forma diferente.
Me pregunto sí, toda ésta magia, es fruto de una festividad que convierte en excepcional una actitud que debería ser propia y habitual desde once meses atrás. En todo caso, siempre sale en nuestra defensa el propósito de enmienda. Una iniciativa que acordamos llevar a la práctica cada primero de año; predisposición que en algunas oportunidades, se ve abortada antes de que llegue por entonces el lejano y místico diciembre.
Hace unos días en un acto de benevolencia conmigo misma, y, contraria a mis principios de “¡nunca hacer una valoración de mi vida!”, mi debilidad humana me llevó a la clandestinidad de unos pensamientos alojados en la discreción de mi santuario, que no es otro qué, el de mi hogar.
El escenario era proclive; coyuntura que llevó a colarse por las fisuras de unos criterios a la  inesperada introspección. Era casi  lógico, fuera llovía a cantaros y las gotas de lluvias se estampaban contra el cristal; tal vez, buscando el calor de una chimenea que frívolamente mostraba entre las brasas, el confort de una morada. La pregunta convertida en tópico, y nada rebuscada, hizo que meditase sobre aquellas cosas que realmente importan y, por lo tanto, llevaría en una “maleta” cuando me tocase abandonar mi condición de mortal.
En esta columna de “Más que Divinas”, hoy, haré una excepcionalidad dejando el humor a un lado para hablar de aquello que deja de ser simple cuando  te paras a analizarlo. ¡Todos!, sin excepción alguna, nos hemos hecho esa misma pregunta en alguna circunstancia…
 Y, tú… ¿qué te llevarías?
Hoy, doy comienzo a la columna con una pregunta entre los bucles de mis renglones donde espero, podáis cavilar sobre el contenido de la maleta que todos portaremos.
Y tú, ¿qué te llevarías…?
… “Entonces, cuando la marea baje cerraré el equipaje y no me conmoveré”
¿Te conmoverías ?...
Con cierta prudencia y, a lo largo de nuestra existencia, vamos introduciendo en ella retazos de una vida. Sueños, anécdotas, instantes, encuentros y desencuentros. Ingredientes indispensables que forman parte del puzle de una historia, la nuestra. Hay momentos en que esa pregunta surge como un fantasma rompiendo nuestra cotidianidad con la maliciosa intención de recordarnos la brevedad de los años, lo efímero de la vida, lo sublime y especial de lo no tangible, tesoros alojados dentro de cada individu@; que desgraciadamente muchos abandonan este plano sin haber reconocido el obsequio que había en su mochila personal.
Si hoy tuviera que embalar cuantas cosas importantes he acumulado en mi vida, el concepto de amor lo guardaría en un recoveco de mi alma para llevármelo conmigo a donde quiera que me toque ir después. Se trata de adoptar aquellas huellas que deja el sentimiento cuando ¡por fin!, lo has conocido, el amor. Con él nace la generosidad, la libertad, el perdón y ¡lo más difícil!, reconocer a su mayor enemigo, el ego. Seguidamente y con mucha ternura, acomodaría millones de escenas familiares. Las que surgen de la rebeldía, de la juventud, de la disciplina de unos padres, del esfuerzos de esos mayores por darnos lo mejor de sí mismo tratando con ello, de mitigar sus errores; fruto del desconocimiento que todos tenemos al ser primerizos en ese rol.
Mi debilidad… ella….
Siento verdadera adoración por mi hija. Imprescindibles para mí, su risa junto al desorden que provoca ¡nada más entrar por la puerta!, su apoyo, su afecto, el sonido del piano cuando arroja sobre él, todas sus frustraciones y devociones consiguiendo con su dolor, sacar notas que calmen su alma y a la vez la mía…
Continuando con mi lista y, no por el orden menos importante,  mencionaría al compañero que anda en mi presente la misma senda que la suela de mis zapatos acaricia cada día. Con sus luces y sombras, él logra desbancar la desidia y evita que el virus de la intolerancia incapacite el éxito de una relación sana, madura y maravillosa. Nada es fácil, y, a veces, las oportunidades tardías nos llegan con una gran dosis de  pasión y entrega, sumando sorpresivamente a los días de nuestro calendario.
La amistad ocupa un privilegiado lugar en mi  lista. Una palabra a menudo mal aplicada por personas que desconocen su verdadero significado. Mi opinión, nace de la experiencia y los años. Con cierto margen de error, la asocio con aquellos llamados a fila donde muchos se inscriben, pero pocos se quedan… ahí, es donde se pierden esos sucedáneos con la etiqueta de amigos. Afortunadamente, el universo me ha premiado con algunos de ellos que entran en la categoría de “incondicionales”. Un trabajo de conquista que va en dos direcciones; resaltar mi orgullo por esas maravillosas mujeres divinas que permanecen a mi lado, y yo, junto a ellas, aprendiendo y creciendo en cada encuentro. Mujeres valientes y referentes de lucha, dignidad y osadía.
Guardemos con esmeros y celo los fotogramas de una sonrisa recibida al otro lado de la cama al despertar, aquellos silencios elegidos, los paseos otoñales, la brisa en el rostro, y un incuestionable e interminable listado de cosas simples que marcan las agujas del reloj de nuestra historia.
Si tuviera que hacer hoy mi maleta, la haría sin prisas, agradeciendo con el lento movimiento de mis manos, cada costura al doblar uno por uno mis recuerdos…
Esther Mendoza.
Tu presencia es como una caricia de otoño...


No hay comentarios:

Publicar un comentario