jueves, 21 de noviembre de 2013

UNA HISTORIA MAS...

Hay que morder el polvo primero, para saborear la gloria de la perseverancia después…
 E.M.

Se preguntaba porque aun siendo un hombre joven, el espejo cada mañana le devolvía un rostro anciano. Tal vez, tendría que aceptar que las personas envejecían más rápidamente cuando las esperanzas y las ilusiones, se arrugaban en un bolsillo llamado falsas oportunidades. No resultaba fácil entender que aquello que más se teme, es lo que se debe enfrentar...
 
 
Al caer la tarde, se sentó en su sillón de caoba y
piel envejecida frente al ventanal que daba a su jardín; un butacón heredado de su abuelo paterno. El viejo capitán de barco siempre que regresaba de sus travesías, mientras llenaba su pipa, le contaba interesantes aventuras que de pequeño le pedía escuchar; trataban ¡de intrépidos lobos marinos!. Sus ojos enormes se agrandaban como las velas de un navío desdibujando las pocas pecas que salpicaban su rostro infante al ocupar el protagonismo de la expresividad.
Muy rara vez, mostraba su perfecta dentadura acompañada de una generosa sonrisa. ¡Sólo y exclusivamente!, cuando escuchaba aquellas historias que contaba su yayo…
… Nunca, le resultó fácil sonreír…

Casi cuarenta años separaban aquellos recuerdos de su presente. Una mueca agridulce se reflejó en su hermosa boca varonil al rememorar  esos fotogramas que guardaba celosamente en un rincón de su alma.
 
Contempló el ocaso de un día que nuevamente se llevaba con las últimas luces, los intentos fallidos por conservar  y proteger su mundo y a los suyos. Promesas de papel salidas de las bocas de unos pocos qué, un día, engordaron su lista de inscriptores bajo el seudónimo de “amigos”. Ningunos hoy, tenían la valentía de quedarse y recoger a su lado, los restos de un devastador Tsunami llamado crisis.
Sus pensamientos seguían su curso, sin freno y sin la menor consideración. Poseía una mente dictatorial, acostumbrada a gobernar su cajón desastre sin darle una mínima tregua…
Apuro la copa de vino blanco para luego, inhalar el humo del pitillo número diez. Con éste, dejó hueco en su pitillera para un mismo número de cigarrillo que brevemente, rosaría el frio metal de aquel elegante estuche que esperaba ser ocupado nuevamente de forma fugaz…
Pareciera que el presente se convirtiera sólo en preguntas…
Clavó su mirada en el horizonte. Respiró profundamente. Sintió sus  pulmones oprimidos por la angustia; ¡de pronto! le vino a la cabeza una máxima que con los años hizo suya. ...  Siéntate y espera, que aquellos que te hieren suelen destruirse solos… (Antonio Sauret)

Esther Mendoza.
 

 
He sido un luchador y eso quiere decir que he sido un hombre
(Goethe)
 
 

2 comentarios:

  1. ¡Esa edad... de los 40 y tantos...! ¡Cómo me descubro entre tus reglones..., aún sin abuelo corsario! Gracias.

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  2. Aunque suene repetitivo, es hermoso lo que escribes y me quedo con la frase ..Siéntate y espera, que aquellos que te hieren suelen destruirse solos… (R.S)... que has incluido y resuena en cada linea de tu Texto.

    Ahora esperare el nuevo texto que escriba tus manos. Gracias Guapísima,

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