jueves, 11 de julio de 2013

"REFLEXIÓN DE UN AVE REBELDE..."

Dios nos ha dado alas para volar alto, tan alto como las Águilas y descubrir que sus pensamientos al igual que sus caminos, son más altos que los nuestros. ¡Atrévete a volar!…
Isaías


Poso sus pupilas en los barrotes invisibles que estaban a punto de volatizarse. Durante años, comulgó con un modelo de creencias que la incluía en una estirpe sin corajes…, adict@s a la resignación de permanecer en un subliminal cautiverio que asfixiaba cualquier oportunidad de fuga hacia la libertad que ¡todo espíritu! trae consigo, sin embargo, no podía juzgar al colectivo al que había guardado lealtad. Por imitación formó parte de un grupo que pervive encadenado a obsoletas normas y egos tiranos.

Esa mañana sus  ideologías se tambalearon en aras de un credo que ya no rezada. Todo aquello que adoctrino perdía forma, se desdibujaba en el horizonte impuesto como un altar para aquellos qué, abrazaban y entendían la resignación como un castigo, en vez, de un detonante que lanza al vacío con la esperanza de volar a los osados que luchan sus metas, en definitiva,  son los objetivos lo que  justifica nuestro paso por el mundo terrenal…

¡Por fin!, despertó de un sueño fraguado en el hastío que durante años se encargó de aniquilar su albedrío. …. en un instante, ¡apresó! el impulso que la llevó a alzar el vuelo. Tenía un compromiso con la felicidad…, su felicidad…

Diviso la tierra bajo sus alas, un pasaporte a la magia de sentir… ¡resurgir de sus propias cenizas! tomando las directrices de su única vida…

Se elevó con la convicción de que, ¡las ausencias ya no dolían!, ¡los apegos no hacían mellas! y…, la esperanza no confabulaba con la rendición…

Desde su cielo protegería a aquellos que no cortaron sus hermosas alas. Su reflexión reposaba en la sabiduría de un viejo olmo. “Las hojas se mueven con el viento, pero nunca desaparecen de la visión del árbol que las cuida…”

La autentica familia, como los amigos y los buenos amantes.., comparten estaciones sin firmar contratos con letra pequeña…


Esther Mendoza.




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