Antonio Canova’s Psyche Revived by the Kiss of Love (1789).
“El destino baraja y nosotros
jugamos” como bien dijo Arthur Schopenhauer.-
Entre la luz y la oscuridad se batían en duelo el deseo y la moral. Sorpresivamente, le resultó fácil
perderse en la profundidad de sus ojos comprobando como, sus
alientos se hilvanaban de forma perceptible. Quedó atrapada en aquellas pupilas
preguntándose dónde estuvo todos estos años al tiempo que imploraba el roce de los labios de aquel extraños, viva consecuencia de su sedienta pasión no confesada…
Su presencia le resultaba
familiar. Una cercanía que la abrumaba impulsándola a quedarse atrapada en una piel que le resultaba tentadora; no puso reprimir la romántica idea de haberse reencontrado con un amor lejano, tal vez, donde el
tiempo y el espacio no habían sido borrados.
Sus mejillas se rozaban a la par que sus extremidades se reconocían atraídos por el calor que desprenden dos cuerpos que han despedido a la sensatez por las aceras de la prudencia…,
Sus mejillas se rozaban a la par que sus extremidades se reconocían atraídos por el calor que desprenden dos cuerpos que han despedido a la sensatez por las aceras de la prudencia…,
Una de las masculinas manos, se deslizó por la espalda, el atrevimiento de su brazo izquierdo la atrajo contra el varonil pecho suplicando en silencio qué, aquel encuentro, no
tuviese fin. ¿Cuál era el precio que debía pagar por rendirse a esta
pasión?..., ¡poco importaba!..., Un instante para amarlo y toda una vida para
echarlo de menos; aquella burda burla del destino, bien merecía la pena
sufrirla…
Su dulzura se metió en sus venas a través de la
espina fina de la despedida dejándole un sabor agridulce ante el temor de no
volver a verle jamás…
Sus deseos apenas valientes,
asomaron tímidamente en las esquinas de las dudas huyendo a toda prisa de una moral obsoleta.
Aristas que sonreían irónicamente recordándole no bajar la guardia del optimismo, a pesar de alojarse en el único hogar conocido para ella hasta entonces..., el miedo…
Aristas que sonreían irónicamente recordándole no bajar la guardia del optimismo, a pesar de alojarse en el único hogar conocido para ella hasta entonces..., el miedo…
El precio de ser fiel a las
corazas, consiste en la aniquilación de las oportunidades y la asfixia irremediable de la
capacidad para amar …
Esther Mendoza. (Fragmentos de
mi libro Instantes…)
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