"...y, tú…, piensas en
acercarte…"
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Ve
despacio…
….
Todo en ella irradiaba sensualidad, una sensualidad de la que no fue plenamente
consciente hasta ese instante. Tal vez, por esa razón quedó atrapada en
quien fue capaz de detenerse a observarla…
Un
impulso irrefrenable hizo que él, la llevara hacia la pared que custodiaba
aquel camino en penumbras. De fondo, se oía el bullicio de la gente qué, no muy
lejos, chocaban sus copas celebrando quien sabe qué motivos con el contenido de
un buen vino...
Su
hombro izquierdo quedó desnudo, dejando al descubierto uno de sus pechos. Aquel
hombre la llevaba a la exploración de un mundo privado, oculto, secreto…
Las
manos masculinas se deslizaron por su espalda hasta poseer sus glúteos con
fuerza al tiempo que hundía su rostro entre el mentón y su cuello. Embriagado
por el perfume impregnado en su piel, hizo que perdiera la noción del tiempo y
enloqueciera entre su aliento y deseo…
...
Elevó su mirada; ambas se encontraron, y, fue ella quien recorrió con la suya
el perímetro de faz masculino con una
pícara sonrisa. Sus dedos desabrochaban los botones de la camisa de él. La pasión aterrizó en la humedad de sus labios, signo delatador de un frenesí que
durante años, durmió en los bocetos amarillentos que escondía entre las páginas
de literatura inglesa que custodiaba en su mesilla de noche…
Sus
cuerpos latían al unísono. Poseedora de
una belleza endiablada que lo trastornaba, acortó la distancia existente entre
ambos. El desenfreno hizo que se pegara más al torso del hombre sintiendo su
excitación… sus manos anquilosadas por el tiempo de una moral hipócrita,
obedecían a la voz grave que suplicaba en su oído, que ejecutase las órdenes que
le dictaminaba su desbordada imaginación. Sus extremidades ardían rompiendo
aquellas barreras qué, su ya lejana y obsoleta educación, había construido para
ella…
Escuchar
su respiración entrecortada encendió el fuego del delirio en sus pupilas de
mujer, y, cada centímetro de aquellos cuerpos se estremecieron de pasión rompiendo
cualquier signo de cordura…
… Y, entonces, hizo algo que sabía que le volvería más loco… mordisqueó su labio
inferior…, con suavidad…, dejando nuevamente que sus diminutas y suaves manos, se perdieran entre
la geografía del cuerpo varonil…
Esther
Mendoza.
Parte de
un texto sacado de “Instantes… mi libro. ("Rompiendo corazas).”
“Nunca esperes más de lo que puedas
ofrecer…”
¡Qué bien y qué interesante escribes Esther! Te admiro muchísimo.
ResponderEliminarAbrazos. Rosa.