domingo, 19 de julio de 2015

NO EXISTEN PÓCIMAS PARA EL CORAZÓN...

Ella me decía que mirase a la vida con picardía, eso, a muchos, molestaría…

Siempre escuché a las mujeres de mi familia decir que no existía una pócima que nos librara del dolor proveniente del corazón, sin embargo, si aprendíamos a amarnos y respetarnos, entonces y sólo entonces, poseeríamos la capacidad de colocar el sentimiento en el lugar apropiado sin que hiciera grandes estragos en nuestra existencia.

Al fin y al cabo, empujados por la vida, ésta nos regala trocitos agridulces de momentos en forma de piezas de puzzle que conforman nuestro mapa individual, ¿no creéis? Y, no por ello, dejamos de adjudicar las tan ansiadas etiquetas bajo la necesidad imperiosa de darle protagonismo a los rincones de nuestra particular parcela romántico-afectiva.

Y, ¿Cómo reaccionamos cuando aquello que creíamos nuestro por derecho divino, resulta no ser así? Lo razonable, aunque no siempre es así, agradecer el “cruce de vidas” y seguir confiando en que en algún lugar del tiempo y espacio, alguien te reconocerá sin necesidad de presentar un currículum personal de ensayo y error.

Recuerdo como de pequeña mi abuela Águeda me sentaba en sus rodillas frente a una estufa de gas y me contaba “historias de mujeres”, que no eran otras, que las féminas de su mundo. Avanzada para su generación, argumentaba que al árbol había que ponerle de chico un testigo para que no creciera para los lados bajo la influencia de luces poco saludables y recomendables. A mis siete años, no entendía muy bien aquello de “influencia de luces poco saludables y recomendables…” casi daba miedo buscarle un significado al tono de voz y mirada de la sabia anciana. Algunos años más tarde, conocí el significado que trataba de explicarme mi abuela. 

Aquél dicho, llevaba nombres y apellidos junto a una casilla que decía: "definición de categorías varias" las cuales, ¡se multiplicaban como esporas!: 
amig@s, novi@s, amantes, cónyuges, conocidos y ¡hasta admirador@s de tu buen hacer!(opositores a pareja o intento de..,cuyo fin no era otro que poner un poco de sal y pimienta a sus vidas). ¡Por supuesto! acepté que no quedaba otra que comulgar con rueda de molino con algo que parecía tan necesario para colocarnos con el tiempo, en el lugar que nos correspondía. Y, sólo en el caso de ser hábiles y aplicados, ¡no repetiríamos materia!  

Mi abu afirmaba que era imposible no poner corazón y alma en otra piel, sobre todo, cuando nos tocaban la nuestra. ahí, nacía ese preciso instante en el que perdíamos nuestra capacidad para razonar y ver las cosas con claridad, también añadía, que el amor era así y cuando algo por dentro te movía las entrañas, había que tirarse al vacío con la esperanza de volar. En el caso de un estrepitoso aterrizaje por no llevar el paracaídas de la prudencia, era conveniente tener cerca un lugar blandito para amortiguar el golpe de una historia abortada, paciencia para darle tiempo al corazón a curarse, buenos pañuelos de algodón para secar nuestras lágrimas a borbotones e imprescindible, el refugio de unos sinceros brazos que te sostuvieran mientras recuperabas tu esencia. Pero... (para ella siempre había un pero o condición), ¡nunca, nunca, nunca!, regalar al sufrimiento un minuto,´este estado nada tenía que ver con el dolor, según ella, era una elección venida del lado oscuro de la mente tratando de convencernos de cosas inexistentes…


Lo que se le olvidó a mi abuela decirme, ¡vaya usted a saber por qué!  fue aquello de que tuvieses la edad que tuvieras, el amor y el desamor padecían el mismo síntoma, la zozobra y la duda jamás tomaban vacaciones y desencadenaban en el mismo diagnóstico. En un caso, veleidoso y sublime y en el otro, demoledor y decepcionante; y por descontado, ¡inevitables eran los daños colaterales cuando no distinguíamos realidad con ciencia ficción!; dígase de aquellos hombres y mujeres de apariencia fieles amantes con un excelso registro de trovador@ dotados de buena letra y palabra. 

Por no hablar de las reacciones alérgicas de repetición, estas se vuelven ocupas cuando no distingues entre lo auténtico y la buena copia

Y, aunque mi abuela Águeda murió hace ya muchos años, la recuerdo como si aún estuviera detrás de mí recordándome mi obligación de ser feliz, al menos de forma consciente, me tocasen las cartas que me tocasen, ya que por alguna razón ellas eran las que convenían.

Está claro que cuando nos negamos a amarnos a nosotros mismos, llega “esa persona” para ponernos una prueba de examen. Eso sí, cuando la prueba es superada, te enfocas en no aceptar ser jamás “una Cenicienta complaciente”o un consorte abnegado que olvida sus prioridades

De ser así, es posible que el universo te premie con experiencias reales, a la altura de una guerrer@ valiente que no tema volver a amar y a caer, agradeciendo el reto como recordatorio de la persona maravillosa que estás destinada a ser….

¿Caminar por pasillos oscuros?, ¡siempre lo hacemos! Ellos son los llamados comienzos de historias, sueños y re intentos de conquistar nuestro lugar en el mundo, generalmente, desconocidos. A medida que transitas por ellos, la claridad de lo original te mostrará el objetivo siguiente…

Hay que seguir haciendo maletas, recorriendo nuevos caminos, posar nuestra mirada en la invitación de otras afines, en definitiva, continuar amando como si fuera la primera vez sin mirar para detrás evitando así, la duda, ante la oportunidad de volver a sentir...

Esther Mendoza.


No te preocupe cuantas veces tengas que hacer las maletas para seguir añadiendo a tu vida, mas sentimientos...




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