lunes, 21 de octubre de 2013

EL AMULETO...

El único amuleto infalible se encuentra en nuestro corazón cuando va acompañado de la razón. E.M

Cuando el ser humano se encuentra en una encrucijada sin opciones que naveguen en el único océano conocido, busca salidas que le ayuden a dilucidar aquel punto de estabilidad perdido llamado razonable felicidad…

Sin embargo, cuando las tormentas externas con pronósticos devastadores escondidos tras un paradigma de promesas que no llegaron azotan indistintamente la fachada de nuestro equilibrio, terminamos encallados, abatidos por olas cargadas de augurios en los que creímos y nunca fueron rubricados. Y, como náufragos  imbuidos por un eco que nos arrastra a la deriva de un caos que pareciera no tener piedad, sentimos la avalancha de los miedos paralizando la poca cordura albergada tras un Tsunami de despropósitos que arrasa con la recompensa y los sueños de una vida.

Cuando abres los ojos después de la tempestad, el tiempo ha tomado cuanto a su alcance fue encontrando despojando de los más preciados tesoros materiales y sentimentales que un ser puede poseer. El cuerpo es arrastrado metafóricamente a orillas de una playa cualquiera donde sus lugareños hablan de un plan b. Actitud obligada a tomar en consideración como si de una verdad absoluta se tratara que no admite replica convirtiendo el exilio en un paraíso llamado paciencia, cuya máxima es un mantra que lleva la palabra “reinventarse”..

Para aquellos que no tenemos pajolera idea cómo hacerlo cuando todas las alternativas se han borrado del mapa de la coyuntura, recurrimos a pequeños amuletos en pos de una fe qué, a veces, sentimos que nos abandona al delirio de unos cuantos ladrones que tienen el poder y la potestad de robarte la ilusión.

Entonces, un pequeño objeto físico, palpable, en el que se sustentan  desesperadas suplicas por recuperar un velero perdido, lleva al filo del milagro el final de una película en la que no se quiere participar.

Afanes acompañados de anhelos al borde del precipicio. La exterminación de cualquier nueva oportunidad exige el uso de un amuleto que recuerde que los imposibles, hay que enfrentarlos aunque en el horizonte no se dibuje la respuesta al arrojo.

El talismán adquirido bajo el embrujo de la esperanza, llevará a cabo la viabilidad de historias no fraguadas que esperan tener su lugar y tiempo. Capítulos no aptos en la niebla de los hubieras. No conocen el despropósito de un imposible, de una duda. Quieren su espacio y su protagonismo. Deleite bordado en el alma de aquel que arriesga, cree y confía sin esperar respuesta de la desidia humana.

Tal vez, en ese punto de desesperanza y agotamiento los hilos del destino muevan piezas pujando por las ocasiones tardías. Figuras humanas en movimiento convertidas en amigos, conocidos, compañeros, amantes, parejas y un no tan largo etcétera  que  se aferran a los regalos de la vida simple con un yo me lo merezco…

…. Pero..., ¿qué ocurre cuando los deseos se cumplen y dudamos de su merecimiento?
Es probable que se esfume como el humo del último cigarrillo del día…

Nunca se quedará aquello que no duerme en el calor de la gratitud; un reconocimiento llamado oportunidad o  milagro…

En todo caso, siempre podemos responsabilizar del destino final, al amuleto…

Esther Mendoza.




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