domingo, 6 de abril de 2014

IMPERFECTA Y VULNERABLE...

… A veces, el techo de mi mundo es de hielo y desordenado
 
En contadas ocasiones aflora asaltándome sin piedad y sin tregua...

Invade todo lo hermoso que conoces de mí. Esa arista desteñida por las fisuras de dolor y el abandono de un viejo sentimiento, termina estrellada en la injusta incomprensión. Se adueña de todo lo bueno y vehemente que pueda ofrecerte; ese lado, poco encanto tiene.
Lleva consigo registros de desencuentros con situaciones que no han sido medidas y donde el temor, timonea el viaje para llevarme a la deriva dejando atrás lo racional, lo noble, en definitiva, aquello que tú ya conoces de mí. Un carisma del que es fácil prenderse, pero no obvia  ni apaga las luces y sombras del ser. Mientras tanto, mis manos se agarran a la cornisa de la misericordia.
Sujeta al ritmo cardiaco  que va perdiendo su pausada danza, mi mente busca herramientas alternativas que la salve de semejante naufragio. Imploro un respiro, un minuto para recuperar el equilibrio que una tormenta se ha llevado sin mi permiso.
Hay momentos que deberíamos exiliar a la isla del olvido. Ellos nos impulsan a lo ilógico de la impaciencia y la testarudez  adquiriendo un protagonismo desmesurado que atraen nubes que llevan  titulares grises. ...Y, sólo cuando me dejo llevar por la corriente demoledora del arrinconamiento emocional, compruebo cuánto me amas. Te acercas despacio, expectante a mi reacción. Con infinita ternura y maestría te enfrentas a la adversidad cubriéndome con tus brazos, besando mis errores y acariciando las heridas. Sofocas el enfrentamiento con propuestas que cierran etapas y abren  nuevos caminos…
… A veces, el techo de mi mundo es de hielo y desordenado. El me ahoga con la sal de mis lágrimas obligándome a ponerme de rodillas ante un ídolo que no deseo adorar, el miedo. Me sumerjo atraída por la rendición ocultando las figuras borrosas que un día cree para mí, en ese instante, las arrastro conmigo ocultándola detrás de la esperanza.
En el abismo de mi renuncia te aproximas sin titubear, arrancas una sonrisa al rictus amargo que se resiste a ser conquistado, sin embargo, éste cae vencido cuando muy cerca  y mientras secas la humedad de mis mejillas, me susurras a dos milímetros de mi nariz...,"también te quiero así, imperfecta y vulnerable…
Y la lluvia silenciosa que durante años me empapó, ya no está…
Esther Mendoza.
 
 


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