Chris Luka
Oigo de fondo…
No quiero seguir. Me despierto cada día con el mismo titular, una repetición interminable cual día de la Marmota que me ha elegido como su persona favorita. Me confirma que no hay razón para continuar. Cada jornada se presenta igual, un uno por uno que siempre da uno, multiplicando la sensación de ahogo, desaliento y cansancio físico y mental que obstruyen todas las salidas.
No importa cuánto me esfuerce por alcanzar esas pequeñas ventanas del cielo, esas que llaman oportunidades. A medida que me acerco a ellas, se van estrechando y me devuelven a las puertas del infierno. Ahí, el día de la Marmota sonríe al ver mi frustración, mi cara de decepción y un cuerpo agotado de lidiar con la misma pesadilla que no me lleva a ese lugar, tiempo y espacio que tanto merezco.
La sal de mis ojos me ciega; los cierro y, en un lapso de tiempo, viajo a un pasado reciente. Veo una columna de humo que deja un rastro apenas visible. Huele a quemado. Las emociones se han alojado en mi garganta, estrangulando cualquier palabra que corre hacia un exilio mejor. De un manotazo limpio mis lágrimas. Ya no hay brillo ni luz, ni ilusión. Un esplendor que pidió asilo en la historia de otra persona.
Ahora es solo un recuerdo de vino y viejas glorias, una historia con subtítulos que nunca supo elegir un caballo ganador. Y, aunque no estoy muy lúcida, alguien se atreve a tomar mi mano y a decirme que entiende mi agotamiento y bloqueo. Es un osado. Me dice que dentro de mí hay aún una fuerza invisible que pide salir a gritos y yo no la conozco. ¡Será iluso! Todas ellas se fueron como una fuga de talento a otro cuerpo, a otra experiencia con mayor recompensa.
Y continúa diciendo: "Imagina por un momento que cada día no es una simple repetición, sino una página en blanco. Puede parecer una tarea titánica, pero es posible reescribir tu historia, redefinir tu camino. Si, la marmota puede estar allí, mirándote con sus ojos pequeños y brillantes, pero tú no eres una figura estática en este cuadro. Eres el autor de tu propio destino". Esas palabras se mezclan con el ocaso de la columna de humo que pronto expirará como mi aliento.
El iluso sigue argumentando una hilera de razones para seguir aquí. Me recuerda esos pequeños actos de valentía que son tan cotidianos que he dejado de darle importancia. Levantarse cada día, enfrentar la monotonía con una curva apenas perceptible llamada sonrisa. Esos, según él, son los pequeños desafíos que hacen un fuego más grande.
Hay momentos en la vida en los que siento que he llegado al final del camino, que no hay más puertas que abrir. Pero las puertas están allí, a veces escondidas en los lugares más insospechados.
Como dice Marian Rojas Estapé en su libro “Cómo hacer que te pasen cosas buenas”: [en la vida hay instantes muy duros donde lo importante es sobrevivir y encontrar algún apoyo donde sostenerse].
Quizás en una conversación con un amigo, en un libro olvidado en mi estante, en un paseo por un parque que nunca antes había visitado. Las oportunidades no siempre se presentan como grandes epifanías; a menudo son sutiles, esperando a ser descubiertas.
La Marmota no deja de ser un reflejo de mí, de mi apatía y olvido de quién soy, de permitir a los demás colocarme las medallas que yo misma gané. Por tanto, solo YO tengo la potestad de colocarlas y lucirlas.
El día de la Marmota es simplemente un reto más. Acepto su presencia y me enfrenté en duelo para superarla. Un acto de valentía por mi parte que desafiará su propia oscuridad.
©Esther Mendoza. Mayo 2024