“Donde habitan los silencios”
Un lugar para refugiarse del mundanal ruido, colocando entre renglones, los tan valiosos silencios, necesarios éstos para narrar historias...
Podríamos mostrar solo medio
rostro, la mitad de lo que somos, el cincuenta por ciento de un afecto y aún,
ser creíbles para aquellos que no saben lo que valen y ponen su identidad en la
mitad del otro…
Esther Mendoza.
Podríamos
pasarnos la vida buscando el porqué de algo que no entendimos a su debido
momento y por desidia, ese algo permanece aún en nuestra particular bandeja de
salida con una interrogación que nos ata a una historia cuya puerta, debió
cerrarse de golpe cuando los fríos vientos del norte entraron por la ventana.
Podríamos repartir
culpas, convertirnos en el mejor maestro perfeccionando excusas y pretexto que
nos llevan a la triste definición de que, en ocasiones, como Hámster, hacemos kilómetros
en una rueda de probabilidades para no llegar a ningún lugar.
Podríamos sentarnos en un
andén y como Penélope, esperar al trovad@r que nos hizo creer que no
sólo éramos su mitad, sino además, la mus@ de sus cantos de sirena. Continuaríamos
viendo pasar el tiempo entre las telas de araña de una quimera, pues lo que se
va, y quienes se van, ¡hay que ponerles puente de plata!, levantar la barbilla y
recordar que cada experiencia está para ser exprimida en positivo y recordar que algunos aspectos de nuestra persona o principios, no se
negocian, ni tan siquiera, “en nombre del amor”…
El amor sólo tiene una traducción: No se contempla condiciones,
ni se admite talones en blanco con una rúbrica de chantaje emocional, mucho menos,
manifiesta deslealtad e irrespetuosidad, en todo caso, ofrece una mano, múltiples
gestos de generosidad y confianza para
que vueles y vuelvas…
Si le damos la vuelta a
ese “podríamos”
y abolimos el conformismo por "la mitad de todo", a buen seguro que ese ¿por qué? se desvanecería como el humo de un cigarrillo dejando hueco para “momentos y sensaciones” que nos embelesan y nos recuerdan que
aún, podemos amar y sentir…
Cambia tus podríamos por
instantes que atrapen cada centímetro de tu piel, todos los recovecos de tu alma y
reescribe y tacha cuantas veces sean necesarias, aquellos renglones que
sumen a tu vida…
Nunca te conformes con la
mitad de nada, ¡apuesta por un todo!…
Ella me decía que mirase
a la vida con picardía, eso, a muchos, molestaría…
Siempre escuché a las
mujeres de mi familia decir que no existía una pócima que nos librara del dolor proveniente del corazón, sin embargo, si aprendíamos a amarnos y respetarnos, entonces y sólo entonces, poseeríamos la capacidad de colocar el sentimiento en el
lugar apropiado sin que hiciera grandes estragos en nuestra existencia.
Al fin y al cabo, empujados por la vida, ésta nos
regala trocitos agridulces de momentos en forma de piezas de puzzle que conforman nuestro mapa individual, ¿no creéis? Y, no por ello, dejamos de adjudicar las tan ansiadasetiquetas bajo
la necesidad imperiosa de darle protagonismo a los rincones de nuestra particular
parcela romántico-afectiva.
Y, ¿Cómo reaccionamos cuando
aquello que creíamos nuestro por derecho divino, resulta no ser así? Lo razonable, aunque no siempre es así, agradecer el “cruce de vidas” y seguir confiando en que en
algún lugar del tiempo y espacio, alguien te reconocerá sin necesidad de
presentar un currículum personal de ensayo y error.
Recuerdo como de pequeña mi
abuela Águeda me sentaba en sus rodillas frente a una estufa de gas y me
contaba “historias de mujeres”, que no eran otras, que las féminas de su mundo. Avanzada
para su generación, argumentaba que al árbol había que ponerle de chico un testigo
para que no creciera para los lados bajo la influencia de luces poco saludables y recomendables.
A mis siete años, no entendía muy bien aquello de “influencia de luces poco
saludables y recomendables…” casi daba miedo buscarle un significado al tono de voz y mirada de la sabia anciana. Algunos años más tarde, conocí el significado que trataba de explicarme mi abuela. Aquél dicho, llevaba nombres y apellidos junto a una casilla que decía: "definición de categorías varias" las cuales, ¡se multiplicaban como esporas!: amig@s, novi@s, amantes,
cónyuges, conocidos y ¡hasta admirador@s de tu buen hacer!(opositores a pareja o intento de..,cuyo fin no era otro que poner un poco de sal y pimienta a sus vidas). ¡Por
supuesto! acepté que no quedaba otra que comulgar con rueda de molino con algo que parecía tan necesario para colocarnos con el tiempo, en el lugar que
nos correspondía. Y, sólo en el caso de ser hábiles y aplicados, ¡no repetiríamos materia!
Mi abu afirmaba que era imposible
no poner corazón y alma en otra piel, sobre todo, cuando nos tocaban la nuestra. ahí, nacía ese preciso instante en el que perdíamos nuestra capacidad para razonar y ver las cosas con claridad,
también añadía, que el amor era así y cuando algo por dentro te movía las entrañas, había que
tirarse al vacío con la esperanza de volar. En el caso de un estrepitoso
aterrizaje por no llevar el paracaídas de la prudencia, era conveniente tener
cerca un lugar blandito para amortiguar el golpe de una historia abortada, paciencia
para darle tiempo al corazón a curarse, buenos pañuelos de algodón para secar
nuestras lágrimas a borbotones e imprescindible, el refugio de unos sinceros brazos que te sostuvieran
mientras recuperabas tu esencia. Pero... (para ella siempre había un pero o condición),
¡nunca, nunca, nunca!, regalar al sufrimiento un minuto,´este estado nada
tenía que ver con el dolor, según ella, era una elección venida del lado oscuro
de la mente tratando de convencernos de cosas inexistentes…
Lo que se le olvidó a mi
abuela decirme, ¡vaya usted a saber por qué! fue aquello de que tuvieses la edad que
tuvieras, el amor y el desamor padecían el mismo síntoma, la zozobra y la duda jamás tomaban vacaciones y desencadenaban en el
mismo diagnóstico. En un caso, veleidoso y sublime y en el otro, demoledor y
decepcionante; y por descontado, ¡inevitables eran los daños colaterales cuando no
distinguíamos realidad con ciencia ficción!; dígase de aquellos hombres y
mujeres de apariencia fieles amantes con un excelso registro de trovador@
dotados de buena letra y palabra. Por no hablar de las reacciones alérgicas de repetición, estas se
vuelven ocupas cuando no distingues entre lo auténtico y la buena copia
Y, aunque mi abuela
Águeda murió hace ya muchos años, la recuerdo como si aún estuviera detrás de mí
recordándome mi obligación de ser feliz, al menos de forma consciente, me tocasen las cartas que me tocasen, ya que por alguna razón ellas eran las que convenían.
Está claro que cuando nos
negamos a amarnos a nosotros mismos, llega “esa persona” para ponernos una
prueba de examen. Eso sí, cuando la prueba es superada, te enfocas en no
aceptar ser jamás “una Cenicienta complaciente”o un consorte abnegado que olvida sus prioridades
De ser así, es posible que el universo
te premie con experiencias reales, a la altura de una guerrer@ valiente que no
tema volver a amar y a caer, agradeciendo el reto como recordatorio de la
persona maravillosa que estás destinada a ser….
¿Caminar por pasillos
oscuros?, ¡siempre lo hacemos! Ellos son los llamados comienzos de historias, sueños y re intentos de conquistar nuestro lugar en el mundo, generalmente, desconocidos. A medida que transitas por ellos, la claridad de lo original te
mostrará el objetivo siguiente…
Hay que seguir haciendo
maletas, recorriendo nuevos caminos, posar nuestra mirada en la invitación de
otras afines, en definitiva, continuar amando como si fuera la primera vez sin mirar para
detrás evitando así, la duda, ante la oportunidad de volver a sentir...
Esther Mendoza.
No te preocupe cuantas veces tengas que hacer las maletas para seguir añadiendo a tu vida, mas sentimientos...